Ni de Bulli ni de callos
Ni de Bulli ni de callos
Hoy daremos por sentado que hemos venido al mundo a vivir y a ser felices. Ya hablaremos del sentido de la vida en si misma en otra ocasión.
Y como conseguimos esa felicidad. El pensamiento puede hacer que frente a un estímulo seamos felices o no lo seamos. Un ejemplo inmediato sería lo que representaría un plato de arroz para una persona con hambruna o lo que representaría para mí. Para el hambriento, felicidad, y para mí nada especial. Ojo, si yo fuera naufrago en una isla y pasara hambre durante un mes, una "mísera" lata de atún en escabeche me parecería el mayor de los manjares, me haría tremendamente feliz.
Así nos pasa en la vida. No quisiera que pensarais que por lo tanto hay que ser conformista porque somos unos afortunados, cosa que últimamente observo en mil y un “best sellers” de autoconocimeinto y desarrollo personal. Claro que no hay que ser “pijo”, “quegica” o “melindre”, pero de ahí a conformarse, va un abismo.
Sentirse mal por no tener la mermelada favorita en la nevera es lamentable, pero es que somos así y el que esté libre de culpa que tire la primera piedra. Ahora bien, conformarse con una vida como la que se tiene si a uno no le gusta, porque se tiene suficiente para comer, no es el camino tampoco.
Cabe una tercera vía, cabe la posibilidad de no convertirse en un esclavo de las tontunas alimenticias por ejemplo, tipo Ferrán Adriá, sin por ello tener que prescindir de disfrutar del sabor de unas buenas lentejas o de un buen jamón (de cerdo ibérico y criado en libertad, por favor).
Es curioso, pero por mucho que se empeñe el mejor gourmet del mundo, no hay nada más sabroso que un “pata negra”, sin discusión, a no ser que uno sea ya un amanerado, un “atontao” y no tenga solución, y sea de los que esperarán al 2008 con ansiedad para comer en el “Bulli”, en el mejor restaurante del mundo y si consigues que Adriá se haga una foto contigo ya debe ser “como de orgasmo” (www.elbulli.com)
La banda de los Bulli, no es la única.
Tambien y por otro lado, muchas veces aparecen los de la reivindicación de “lo de toda la vida”, los de la liga pro “autenticidad”, los que dicen que las cosas del pueblo de toda la vida son las verdaeramente sanas y sabrosas, de la dieta mediterránea y de tal. Mentiras y tonterias de la otra banda.
Cuantas veces escuchas defender a los “auténticos” las excelencias de:
El corazón, la lengua, los callos, las manos, las orejas, las crestas de gallo, el tuétano, el los riñones, el timo, los pulmones, los sesos, las criadillas, la sangre...
Si uno analiza el sabor de cada una de estos alimentos, convendrá que su sabor no es igual que el de un lomo de buey (de un animal criado en libertad, por favor). No se trata de no valorar sus propiedades alimenticias, se trata de valorar cada cosa en lo que vale. Y un lomo a la plancha o cualquier casquería a la plancha tiene una notable diferencia, enorme, infinita. A Dios lo que es de Dios y al cesar lo que es del cesar.
No se trata de descalificar ese alimento, se trata de ponerlo en su sitio, ni más ni menos. Y en los pueblos siempre lo han sabido, y por eso han aderezado la casquería con mil y una salsas y especias, porque su sabor no es especialmente sabroso.
Ni hambre, ni mariconadas, ni “autenticidades”. Sácate ese jamoncito, ese quesito y déjate de “nirvanas gastronómicos” de pacotilla y de paso deja esas criadillas para el perro.
Solo un apunte más. La barbarie con la que tratamos a los animales que nos comemos es terrible. Tratemos de comprar carne con etiqueta de AGRICULTURA ECOLÓGICA, lo que no es garantía absoluta de que los animales sean tratados dignamente en base a la legislación en vigor y el seguimiento que he hecho (http://www.caem.es), pero no se me ocurre otra cosa mejor, salvo hacerme vegetariano.
Hay una opción que sería comprar carne esta gente http://www.razanostra.com/default.htm y congelarla. Algo hay que hacer ya.
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